Mick Jagger, el amo y señor absoluto del escenario, creador de un estilo al que muchos quisieron imitar pero nadie pudo igualar; ícono de la contracultura de los `60 que sintetizó el apotegma “sexo, drogas y rock and roll”, y, fundamentalmente, el motor que mantiene en movimiento a la más grande y duradera maquinaria que dio la historia del rock llamada Los Rolling Stones, cumple 80 años, una cifra solo creíble si se lanza una mirada retrospectiva a su recorrido artístico y su consecuente influencia.
Como si se tratara de un “yin y yang” perfecto, Jagger encontró en Keith Richards a su socio ideal para surfear todo tipo de olas y sobrevivir a los cambios de modas, de manera tal que aún puede echar mano a los grandes clásicos juveniles y repetir los mohines escénicos que lo convirtieron en un ícono sin perder el golpe de efecto que todo esto produce en la audiencia.
Jagger fue uno de los blancos de las redadas del comando anti-drogas que persiguió a rockeros ingleses en esos años y mantuvo sonados romances, incluso con novias de sus propios compañeros de banda. Poco le importó que Anita Pallenberg fuera la entonces pareja de Brian Jones cuando mantuvo un affaire con ella mientras trabajaban juntos en el filme “Performance”, de 1968, basado en la obra nada menos que de Jorge Luis Borges, escritor por otra parte al que admiraba y con quien tuvo un encuentro en los ´70, según contó María Kodama.
En tiempos de revolución sexual, fue un conspicuo amante que supo encantar a nivel masivo con sus característicos labios y su forma de bailar; y en épocas donde el rock y el consumo de drogas eran sinónimos, no ocultó su placer por las sustancias prohibidas.